A medida que pasan los años, he caído en la trampa de querer encontrarme en todo ese folklor, en retrospectiva, otra yo en el mismo lugar, viendo a la que fui desde la acera de enfrente. He vuelto a buscarme, donde he pasado la adolescencia y la niñez, donde me fui siendo una cosa, donde regreso siendo otra. El resultado da espanto: me he convertido en una intrusa en mi propio hábitat. Lo serán mis hijos también, y los hijos de ellos, que buscarán el rastro de la semilla quizás con reproche, o desde la aceptación de las decisiones de sus padres.
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