Todos piden. A gritos simultáneos. Unos a Dios, a la vida, a su fe, a la suerte y al diablo también, quién podría dudarlo. Que si éxitos, salud, prosperidad, amor…y etcétera. En diciembre la gente se replantea cosas que nunca cumplirán, se dicen a sí mismos ser humanos primero y personas después, y terminan alternando a conveniencia los términos; otros se proponen engordar cuentas bancarias y terminan cebando el egoísmo, la avaricia, el “yo tengo más que tú”.
La gente hace listas perfectamente acabadas con las prioridades del 2015 y las terminan a medias, incompletas y cuando llega diciembre siguen pidiendo en un desenfreno por tener, ante tanta pobreza de todo.
Si pudiera coger una goma de borrar y diciembre fuera un simple cartón, dejaría el calendario libre de navidad y seguiría con enero, así de un buen borrón. No creo en aquello de la Noche Buena, porque para muchos sigue siendo mala, sombría, con calderos ausentes en el fogón, sin la efervescencia del champán, con la amenaza del mañana que es quizás más letal que el ahora.
Solo miro a tanta gente pedir y yo me pregunto si en la OFICODA del Señor Jesucristo, allá donde casi todos van a parar; habrá un chancecito para mí, para decirle solo que me castigue, que me condene cuando sea preciso.