¡Brindemos carajo!

Lalá
Hay seres que merecen unas líneas. Hay seres, como Lalá, que siempre estarán ahí, aunque ya no estén aquí. Y a veces es mala tanta trova, tantas cursilerías, porque sé que quizás no la atrapen. Y peor aún tener deudas con una ex-amiga mulata como ella, que necesito conquistar de nuevo por si quiere volver a ser mi cómplice.

En tiempos de escuelas al campo, de cítricos y más cítricos, yo nunca tuve ni un centavo para comprarle un regalo, ni siquiera había postales de esas que cantaban, de esas que abruman con chillidos y bombillitos rojos. No tenía ni un centavo para envolver mi afecto, para que el aprecio llegara en otro formato.

Y peor aún, cuando pude no le di todo de mí. Yo era su escritora personal. Le escribía las cartas de amor para sus “jevitos” y ella brincaba en la litera, cuando veía aquellas frases disparatadas, que eran lo máximo para sus novios de turno.

A Lalá no le faltaba gracia, locura, atrevimiento, y por eso le sobraban enamorados. Yo tenía que inspirarme continuamente y me cansé un día de tanta poesía, y Lalá se puso brava conmigo, porque yo dejaba de ser su camaroncito duro.

Un día nos castigaron y nos mandaron a espantar vacas a las 12 de la noche en la escuela. Esa fue la condena que nos impusieron por conspirar, por armar un buen complot y dejar de dormir.

Todo aquello pasó y crecimos y se fueron algunos años, hasta que Facebook nos reencontró. Este regalo tampoco tiene envoltorio ni cintas de colores, pero el cariño llegará en soporte digital hasta donde esté. Hoy tengo un par de pesos convertibles para invitarle dos cervezas, pero es un poco tarde. Lalá está de cumpleaños, pero hace mucho tiempo marchó.

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