El piloto anunciaba a todos los pasajeros que ya estábamos sobrevolando la ciudad de Madrid, que pronto aterrizaríamos después de unas nueve largas horas de viaje desde La Habana. Las ventanillas solo permitían observar algunas elevaciones a lo lejos y en su extremo más alto, la blancura propia del mes de diciembre. Era 2017, la Navidad casi llegaba y una parte de mi estaba ajena al tiempo y al espacio.
Salí de Cuba con un pantalón que no me cubría completamente los pies y un falso abrigo. Afuera, las temperaturas habían descendido hasta 2 grados bajo cero, algo que mis tobillos constataron inmediatamente al salir. Era 4 de diciembre y mis huesos lo sabían ya, pero mi mente no.
Atrás, se había quedado un montón de agua separando a América de Europa. Un inmenso océano, no tierra firme ni carreteras de asfalto. No vale correr de regreso, no puedes tomar un tren. Hay un vacío terrestre entre ambos mundos, solo sal y agua, un mismísimo mar de lágrimas en mi mapa sensorial.
Madrid prometía ser un lugar para la liberación personal, para dejar de sentirme esclava en una Cuba que te envejece los sueños. Quienes me tuvieron bien cerca en sus vidas, mi familia, mis amigas, saben que Cuba me marchitó hasta la risa.
Cuba es mi amor imposible, mi casa fracturada, mi propio techo destruyéndome, mi propio mar ahogándome, como un náufrago que no sabe escoger entre la vida y la muerte porque ambos estados son la misma cosa.
No hay palabras que lo definan mejor, mi Dunielys. “Cuba es una Isla a la que no se llega a ningún sitio si estás dentro”. Esas palabras las llevo conmigo, como una marca de hierro, como un himno de guerra.
Este viaje es el camino de los míos también, no ha habido asombro en mí con el “Primer Mundo”, ni luces de colores que opaquen mi esencia. Soy una guajira, con sed de libertad, que huye de sus propias coordenadas.
Madrid es tierra firme, soledad, un mundo ajeno para mí, es libertad, mi propio exilio. Madrid es la confirmación de mi cobardía de vivir en una Isla, que se ahoga por sí misma.
(Continuará…)
Sueño con ir a cuba para poder ver y palpar del “porque no hay esa esperanza soñada” en tus ojos mi querida Cubana. Espero la segunda parte.
das pena con tanto talento y tan fustrada,ojala encuentres lo que deseas y necesitas, quizas tu eres una isla como cuba , que aunque lo tengas todo no llegaras a ninguna parte, trata de disfrutar lo que tienes ,lo que eres, asi a lo mejor encuentras tu paz interior y y distorcionada libertad que buscas
“Perdone, ¿Es usted cubano?”, Me doy la vuelta, veo ante mí a una “muchacha” con un falso abrigo y con un pantalón que no le cubría completamente los pies. Acababa de llegar de mi viaje relámpago al pasado. Pasado que solo vivo 3 o 4 días cada dos años. No quise que mi propio techo me destruyera. Ella y el que parecía su pareja, estaban perdidos en el viejo mundo. Los vi indefensos ante los 2 grados bajo cero de la pista de Barajas, buscando una luz dentro de los cientos de pasajeros. Habían llegado al viejo mundo como Adrian, el cubanito de 17 años que viajaba solo a los desconocido. Llegaba en el mismo vuelo a reencontrarse con su padre. Adrian no me dejó pegar un ojo. No alcancé a responder todas sus preguntas. A la muchacha del falso abrigo y al que definitivamente era su pareja les di la luz que recibí una fría noche de noviembre de 2011 a mi llegada al mismo asfalto frío. Estaba tan perdido como ellos. Les acompañé, les di ánimo y algunos consejos, recogieron sus maletas y les perdí entre la gente. No les di mi número de teléfono. (Continuará).
Si mi amiga…yo lo se, no hay ” luces de colores q opaquen tu esencia”…nosotros, los q nos sabemos cerquita de ti, entendemos q lo q no cabe en isla alguna es tu corazon de gigante, tu musa intranquila, tu TALENTO fluorescente, escandaloso, divinooo!!!…lo q escribes no es para q juzguemos quienes no hemos vivido en tus lindas zandalias criollas…así q escribe más q nos quedamos con ganas! Precioso texto amiga, sensible hasta la semilla como tu solo sabes…
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