Al hombre lo acababan de sacar de terapia intensiva luego de varias semanas. Ahora no recuerdo en qué hospital lo ingresaron, pero eso no es lo que importa ahora.
La cuestión es que aquel paciente había superado un tremendo accidente de tráfico cerca de Santa Cruz del Norte. Los médicos diagnosticaron una lenta y complicada recuperación, porque después de aquello tendría que empezar a reconocer a cada uno de los miembros de la familia, sus parientes y quién sabe, si con esos traumas olvidaba hasta su estado civil, su religión, su nombre…quién era…
Luego de varios ejercicios, en los que se percibía una ligera rehabilitación clínica, los especialistas recomendaron ejercitar su memoria mostrándole algunas fotos de familiares y así observar su capacidad de identificación.
Empezaron con retratos de su hija, y para asombro de todos acertó. Y así fue que empezó a reconocer a su gente, los viejos y los nuevos, algunas veces con el nombre, otras con el apodo.
¿Y tú sabes quién es este, el de la foto que tengo en la mano? – le dice la esposa enseñándole la imagen del tío del campo.
Como no voy a saber, ese, ese, ese es Gerardo Hernández Nordelo- aseguró el hombre.
Y todos en la sala del hospital rieron, desde los médicos hasta los otros pacientes, porque entre tanta confusión volvían de nuevo algunos de nuestros excesos, que nos persiguen porque sí, como si fueran otra especie de signos vitales en la Cuba de hoy.