Dice mi tía María que su hija anda por ahí en cualquier lugar del mundo y que pronto volverá, cuando nadie lo espere ya; pero mi tía no sabe cuándo será. Dice que llegará un día sin previo aviso, como de sorpresa. Dice que le pidió un muñeco de nieve y que eso debe ser muy difícil de encontrar y más aún pagarlo.
Por eso “la niña no ha regresado todavía pa´ Cuba” porque le gusta cumplir-según mi tía- lo que promete al pie de la letra. Mi tía se inventó esa historia, la hizo suya y la repite cada segundo, desde que supo que Yuneisy no apareció en varios días y tampoco la gente que se fue con ella.
Lo que pasó solo lo sabe el mar. Casi 10 años después de que zarpara aquella maldita lancha, aún María conserva el cuarto de mi prima, lo limpia bien y lava la ropa de cama para que cuando llegue esté todo como lo dejó. Mi tía cocina sus platos preferidos cada domingo porque presiente que si llega será ese día de la semana.
Pero la cena se queda en los calderos. Nadie viene al encuentro dominical excepto mi papá o algún otro pariente. Las fotos siguen intactas y congelaron a mi prima con sus 29 años para siempre. María pasa los días hablando de Yuni, de cuando fue a África a cumplir misión internacionalista, de cómo tuvo que ahorrar para comprarse el carrito y de cómo empezaron a sobrarle pretendientes pues “era una tremenda rubia con un tremendo Hyundai”.
De lo que no habla es de su antojo de salida ilegal y del tiempo que la ha esperado sin señales de vida. Eso a María no le importa. Este diciembre llenó la casa de guirnaldas de colores por si aparece. Compró un arbolito de navidad más grande para poner el muñeco de nieve debajo del pino y hasta piensa esmerarse con unos cuantos buñuelos, por si regresa Yuni.
Este diciembre huele de nuevo a ausencia, lejanía, muerte precoz, salida ilegal, sueños rotos y desolación. El diciembre de hace 10 años atrás, el de María, olía a presencia, cercanía, vida, esperanza y compañía. La navidad de María se llena, otra vez, con síntomas de naufragio y lancha sin rumbo, la misma que se robó su última Noche Buena.
Post de Yarislay García Montero
Cuando escuhé la idea de este trabajo me sensibilizó muchísimo pero al leerlo experimenté el doble de sensaciones, cuánto sufrimiento de esa mujer perfectamente descrito, tal vez la locura vino a salvar a tu tía de ese inmenso dolor de un padre cuando pierde un hijo, no me canso de decírtelo: cuando tu te lo propones eres grande mi amiga
Cuanta tristeza y desolacion causan esas cosas pero como dice Buena Fe: la culpa la maldita culpa no la tiene nadie.