Lo último que trajo el barco

Lo último que trajo el barcoTodo no está dicho y mucho menos en Cuba. De no suceder nada, hasta cualquier gato con uñas se puede convertir en la noticia del día. Tal parece que asistimos a la era de la “bola cíclica”, que te obliga a dejar de hablar de ventas de casas porque se aproxima la entrada en vigor de una ley tributaria, que aunque nadie sabe lo que dice, todos tienen algo que agregarle.

Hace unos días sufríamos con los precios de los carros. Pero ni siquiera 60 mil CUC ó 200 mil sirvieron para alterar el orden de las cosas. Ya ven que todo no está dicho. Algunos vaticinaron protestas en las calles, pero al final, cuando llega la noche, se piensa en la bicicleta vieja de nuevo, que “anda por sí sola”, sin gasolina, sin tornillos, ni necesita traspasos tampoco y los carros confirman aquello del cotilleo cíclico, nunca interminable.

Entonces es mejor olvidarse de los Peugeout, entretenernos con aquello del Día Cero, que parece algo así como el diluvio universal, el cual limpiará la economía de impurezas, pero donde no todos alcanzaremos pasajes en el Arca de Noé.

Todavía se habla de la doble moneda, pero es preciso dejar eso a un lado porque ya subieron los salarios a los profesionales de Salud Pública y es mejor sacar cuentas after/before, y por supuesto hacer algunos cálculos del equivalente en moneda convertible. Así la escasez de moneda  queda por unos instantes fuera del debate, pero vuelve a cada rato porque los salarios son, con certeza, el cuento de nunca acabar.

La bola cíclica se adhiere al día a día y nos mantiene tan ocupados, que nos hace olvidar los problemas, como si la discusión de esos asuntos tan estratégicos fuera a integrar la lista apretada de los análisis de la Asamblea Nacional del Poder Popular.

A veces cuando las lenguas sobrecalientan un tema, sale a la luz pública otra medida, que te hace olvidar lo primero y teorizar sobre “lo último que trajo el barco”. Al parecer la “bola cíclica” es mucho más que una estrategia comunicativa que amenaza con desterrar al silencio y hacer nuevos debuts, como ahora con la nueva Ley  de Inversión Extranjera.

La calma no llega ni llegará. Vivimos en una infinita carrera de relevo informacional. Ya veremos cuál será la próxima bola.

 

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