Quizás no resulte extraño que comience este artículo refiriéndome al papel de la cinematografía en la promoción de nuestra cultura e identidad nacional. Si bien es cierto que el cine cubano de hoy se diferencia del de hace cuatro o cinco décadas, en cada una de las producciones se reflejan esos valores típicos que nos distinguen como cubano, estemos aquí o allá.
Más que un simple entretenimiento o industria cultural, el cine es un archivo visual de contextos político- sociales diferentes, que expresa mediante lenguajes artísticos una parte de nuestra historia, idiosincrasia, pasiones y conflictos sociales. De ahí que no sea raro que el público se identifique con Lisanka, Yarini y otros personajes que igualmente transmiten la realidad en la pantalla grande.
Luego de la fundación del Instituto Cubano de Cine e Industria Cinematográfica (ICAIC) en 1959 y con el reciente triunfo revolucionario, el celuloide empezó a reflejar todo un período de transformaciones, de materialización de justicia y vivencias del pueblo, que permitió sentar las bases de este arte y lograr una formación talentosa en la realización audiovisual y la actuación.
Del Período Especial y otros filmes…
Con la impronta del “Período Especial” y el derrumbe del Campo Socialista en la Unión Soviética y los países de Europa del Este nace la última década del siglo XX. De esta forma disminuye notablemente la producción de filmes en la Isla, y el ICAIC se ve en la necesidad de explorar en las coproducciones y servicios a cintas foráneas, como resultado de la crisis económica por la que atravesaba el país.
Así, “Alicia en el pueblo de Maravillas” (1990), de Daniel Díaz Torres, comienza un punto de giro en el diálogo entre cine y autoridades, que conllevó a una polémica fuerte y al cuestionamiento de la realidad social.
En 1993 vio la luz pública “Fresa y Chocolate”, producto de una coproducción cubano -española- mexicano y bajo la dirección de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío. Este largometraje maneja fielmente el contexto político- económico y social del Quinquenio Gris cubano, un período complejo para las relaciones interpersonales con homosexuales, una década- y no un quinquenio- de fuertes prejuicios y tabúes. “Fresa y Chocolate” fue nominada en 1995 a los Premios Oscar en la categoría de Mejor Cinta Extranjera, constituye un referente en la historia del cine cubano por sus altos valores estéticos y culturales.
Un año más tarde, aparece “Madagascar”, dirigida por Fernando Pérez, catalogada por algunos críticos como un auténtico poema pictórico sobre la soledad en la crisis de valores y la incomunicación generacional. Así, se realizan otros filmes como “Hello, Hemingway”; “El siglo de las Luces”, de Humberto Solás; “Adorables Mentiras”; “El elefante y la bicicleta”, de Juan Carlos Tabío; “Guantanamera”, de Alea- Tabío; y “Pon tu pensamiento en mi” y “Amor vertical”, ambas de Arturo Sotto, entre otras.
La cifra de productos audiovisuales producidos se redujo en el Período Especial y por tanto, la programación cinematográfica que se ofrecería al público. Limitaciones de transporte en la producción, escasez de fluido eléctrico con los conocidos “apagones”, y el deterioro de muchas instalaciones, y sobre todo, del estado técnico de los equipos de proyección, fueron algunas de las afectaciones en esta esfera de la cultura.
A pesar de estas difíciles circunstancias, se potenció el discurso poético en el cine cubano, se elaboró una dramaturgia sugerente, y los argumentos satirizaron toda clase de oportunismos en la “Cuba Especial”. Para muchos críticos, el cine de la década de los 90, se distinguió por la elaboración de guiones de forma y fondo inquietantes, con una tendencia a las adaptaciones de textos ya existentes, imprimiendo a estos relatos una solidez argumental y fuerza dramática.
Un nuevo milenio: un nuevo cine…
Y llegó el 2000. Un nuevo siglo prometía una mirada renovada en todos los aspectos de la vida. La industria cinematográfica no escapó en esa renovación. El auge de un cine independiente, juvenil, censor de la realidad social, de tema polémico y apoyado en las nuevas tecnologías, unido a la vía de las coproducciones, principalmente con España, caracterizó al cine cubano en los inicios del nuevo milenio.
La primera década del 2000 significó una etapa de reorganización del ICAIC en sus estructuras directivas. Esto se materializó con el cambio en la función de presidente de Alfredo Guevara, uno de los principales fundadores; por Omar González. Guevara cesa en sus responsabilidades y asume la dirección del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.
De esta forma el Séptimo Arte, se enfrentó a nuevos retos, entre ellos, estimular el acceso a la dirección de largometrajes de realizadores talentosos en la documentalística, y respaldar la continuación de algunas filmografías no terminadas debido a la crisis de los 90. Jóvenes procedentes de las escuelas de cine y televisión pasarían a integrar las filas del ICAIC, lo que trajo consigo una recuperación en el personal artístico, y por ende, en la calidad de las venideras producciones.
Es notable destacar la labor del Proyecto 23 del ICAIC en la restauración y digitalización del patrimonio cinematográfico, que permitió recuperar muchas cintas perdidas en la red exhibidora del país. En esta etapa se consolida la vanguardia del movimiento documental con nuevos talentos como Pavel Giroud, Lester Hamlet y Esteban Insausti, entre otros.
Con el objetivo de promover la creación audiovisual se celebra la Muestra de Jóvenes Realizadores; el Festival Internacional del Cine Pobre, en Gibara; y el Festival Internacional de Documentales Santiago Álvarez in Memoriam, eventos que difunden la producción de las nuevas generaciones e invitan al diálogo con otros creadores.
A partir del nuevo siglo se retoman muchos de los temas abordados en la década de los 90, fundamentalmente en el género comedia como “Lista de espera” (2000) de Juan Carlos Tabío, “Las noches de Constantinopla” (2001) de Orlando Rojas y “Perfecto amor equivocado” (2004) de Gerardo Chijona.
Dentro de la cronología del cine nacional no se puede obviar a “Suite Habana” (2003) del destacado director Fernando Pérez. *“Suite Habana excede las prácticas retóricas del documental social cubano. En su caso, parte de un antiguo subgénero documental, el de las sinfonías urbanas, pero lo transgrede para, en vez de proponer un itinerario a través de un universo físico concreto, hacer su travelogue a partir de la descripción de episodios humanos”.
El problema migratorio se coloca como “plato fuerte” en las temáticas de las producciones cinematográficas de nuestra industria, reflejando una realidad social como parte de las opciones individuales de cada espectador, así como el tema de las relaciones homosexuales, la religiosidad del cubano, su espiritualidad, superstición; y los conflictos familiares.
Muchas han sido las películas disfrutadas por el público cubano e internacional en estos últimos 12 años, como “Ciudad en rojo” (2009) de Rebeca Chávez, inspirada en la novela “Bertillón 166” de José Soler Puig; “El cuerno de la abundancia” (2009), de Juan Carlos Tabío; “Los dioses rotos” (2009), de Ernesto Daranas; “Afinidades”, bajo la dirección de Jorge Perugorría y Vladimir Crúz; “Casa vieja”, de Lester Hamlet; y otras más, que no por no mencionarse son menos importantes.
…”Estas piezas cobraron significativo relieve al revelar la falta de consecuencia entre discurso público y vida cotidiana en Cuba. Asuntos como el travestismo, la prostitución, la homosexualidad, la censura, la burocracia y toda clase de exclusiones y marginalidades afloraron, acogiendo a segmentos sociales con reivindicaciones sin espacio público donde ventilarse”…*2
Las fábulas de Fábula
Seguramente uno de los filmes más debatidos este año por el público ha sido “Fábula”. Esta cinta, con guion de Alejandro Brugués y Lester Hamlet, y bajo la dirección de este último; deviene catarsis en un público que acepta o rechaza lo que se cuenta.
Inspirada en la obra “Fábula de un amor feliz”, de Alberto Garrandés, recrea una historia de amor entre Arturo (Carlos Luis González) y Cecilia (Alicia Hechavarría), dos jóvenes que se conocen en una biblioteca de La Habana y deciden defender su romance, que finalmente termina en una realidad muy distante de lo qué es el amor.
“Fábula” es a mi juicio, un juego por la supervivencia en un mundo regido por la moneda libremente convertible, o sea, el C.U.C. En ella, hay giros temáticos bruscos en los que el espectador se queda perplejo o aplaude una y otra vez. Es un filme que no cree en convencionalismos, en tabúes ni dogmas sociales preestablecidos.
Una de las temáticas es el fenómeno migratorio, característico del cine cubano del siglo XXI. La mamá de Arturo lo presiona para que vaya a vivir con sus tías al extranjero y él rechaza esta posibilidad de viaje porque está enamorado de Cecilia. Esta pasión y “amor a primera vista” quedó escenificado con los hermosos ambientes capitalinos: el malecón y la bahía habanera, la arquitectura y sus enrejados, pero también se mostraron otras formas de vivienda del pueblo cubano, como la casa que rentan rodeada de otras viviendas, semejante a una especie de “solar”.
En la cinta hay un lenguaje sugerente y una simbología muy interesante. La mujer que les propone el alquiler de la casa, dice que le encanta la “doble cara” de una yagruma que se ve en el portal, indicando más tarde la doble vida de Cecilia.
También hay una escena en que Arturo está jugando con su hija en el piso, y tiene un juguete en la cabeza que son nada más y nada menos que unos tarros, a lo que ella refiere: ¡Quítate eso anda!
Este discurso visual incluye una crisis existencial, social y de valores humanos unido a la crisis económica, en la que el amor se desmorona a partir de relaciones sexuales mediadas por dinero. Fábula es un filme valiente y aleccionador, un llamado de atención ante el peligro que significa el buscar una vía fácil de solución ante una situación compleja, cuando no se tiene la paciencia de esperar a que mejores tiempos lleguen o a “echar pa´ lante” de otro modo.
Arturo alcanzó un grado de degradación inesperado para cualquier espectador, una transmutación moral que empezó con la renuncia a su título de Licenciado en Filología y terminó vendiendo su cuerpo por unos billetes a Paolo, un extranjero con quien Cecilia se prostituía. Este giro en la película, no ha sido bien acogido por el público, pero considero que este fue el clímax de una larga conversación entre Arturo y Paolo. Esta involución constante en los protagonistas, es reflejo de la realidad que padecemos hoy, es una imagen viva de las carencias espirituales de un lado y las materiales del otro en dos cuerpos que se prostituyen.
Las relaciones sexuales entre estas tres personas (Arturo, Cecilia y Paolo) ponen en crisis los arquetipos y estereotipos patriarcales, provenientes de un país extremadamente machista. La homo -bisexualidad es un tema al que recurren muchas producciones cinematográficas actuales como es el caso del filme “Verde, Verde”, producto de la apertura a nuevos temas de la cotidianidad que estaban escondidos.
Según declaraciones de su director, Fábula apela a un sentimiento que se despierta por acumulación, no es una creación de picos dramáticos altos, pero provoca que el espectador reciba información y vaya construyendo esos espacios que la estructura elíptica de la trama deja. En el plano estético, el valor de la película radica en los excelentes planos de cámara que ilustran los valores plásticos del paisaje cubano: el cromatismo de sus amaneceres, atardeceres, anocheceres y sus playas.
Fábula formula varios conflictos sociales, ontológicos y culturales, que conduce a que el espectador se observe en la pantalla.
Galardonada con el Tercer Premio Coral en la Edición 33 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, este filme propone un acercamiento a nuevos diálogos, guiones y formas de hacer el Séptimo Arte.
El ritmo de las escenas, la duración de los planos y sobre todo el sonido ambiental nos sumerge, envuelve y enreda en una atmósfera cargada de claves para la adivinación.
“Por supuesto que Fábula nos dejó varias fábulas. Haz tú de esas fábulas, tu propio camino”.
*Dean Luis Reyes: “La década documentada. No ficción y reflexividad en el audiovisual cubano de los años 2000”, en La gaceta de Cuba, mayo- junio de 2011, p. 39-40, La Habana.