Quería asesinar a la Patria. Tomé un puñal, descuarticé mi bandera, lloré por aquella primera herida, era mi bandera después de todo. Busqué fósforos y un pomo con alcohol. Quemé mi escudo, que es también el de once millones de cubanos.
Yo tenía que despojarme de todo para iniciarme con otra identidad, otros ideales. Envenené las mariposas blancas de mi jardín y se volvió amarillo a los pocos días. Sequía en un jardín donde hubo flores nacionales. Cogí un tirapiedras y esperé al tocororo que se posaba a veces en la ceiba de mi casa y acerté.
Cayó del árbol. Muerta cayó nuestra ave insigne. Quedaban pocas cosas por exterminar: un disco con nuestro himno de combate, unas guayaberas blancas, unos versos del negro Guillén y unos textos históricos. Con toda esa matanza, entendí que para asesinar a la Patria tenía que suicidarme con ella, porque seguiría habitando en mí. Ya yo era una sumatoria de todos esos símbolos patrios.
Estimada Yari: Tengo la dirección de tu blog el que de vez en cuando reviso..ahh de pronto hoy me encuentro con este nuevo post al que has llamado “parricida”. No lo entiendo a plenitud y no quiero dar criterios sobre lo leído, solo hacerte una pregunta ¿ Por qué quieres tener otra identidad ?
Esta es una sección de cuentos, se llama Érase una vez, así que ahí está toda la explicación..