Policía, policía, ¿eres mi amigo?

Tras la huella recesó sus transmisiones por un tiempo y ya hay gente que extraña el policíaco cubano en los domingos. Como si no bastara con la patrulla de carretera, los guarapitos y el repertorio ampliado de la Orquesta Sinfónica Militar. Pero a veces entiendo a la gente, al menos eso intento.

Tras la huella perfila y configura en sus capítulos el ideal de policía que queremos para Cuba, el carácter del orden interior y llena en unos minutos el vacío que hay, para soñar con aquello de que el policía puede ser nuestro amigo. Nunca nadie me respondió esa interrogante hasta ahora y mira que pregunté de niña.

Tras la huella te hace sentir siempre que “desde arriba Lucas te mira”, que en cualquier esquina puede estar el chivato o el informante, que el carnicero, el rellenador de fosforeras, el joyero y cuanto personaje esté en la calle, son parte de la misma “jugada”. Una fórmula que intimida y amenaza con dejarte sin coartada, sin las libras de jamón que robaste.

El policíaco cubano es algo así como un Caso Cerrado, donde todo tiene solución, los buenos afuera y los malos en el tanque, los corruptos vestidos de uniforme y la poli de ropa civil, disculpen, los corruptos de ropa civil y el policía vestido de uniforme, es que a veces me trastorno, solo a veces.

En Tras la huella el policía casi nunca es palestino y sabe más que el delincuente, actúa, piensa y sale airoso siempre de su misión imposible. Fuera del programa, en el aquí y ahora, ser oriundo de las provincias orientales te da un voto a favor para una segura captación, un voto privilegiado que no tiene ningún aspirante del resto de la Isla.

En el aquí y ahora las huellas de un robo pueden extraviarse, tal y como le sucedió a mi mamá cierta vez y siempre los policías actúan como los propios delincuentes, casi confundiéndose el papel del maleante con el del agente del orden interior.

En el aquí y ahora, el oportunismo rige las reglas de cualquier revisión de vehículo y aún cuando no aparezcan síntomas de ilegalidad, la despedida puede ser: ¡No tienes por ahí algún spray pa´ limpiar parabrisas! Algo así como la insinuación de un negocio callejero, de un canje perfecto entre el personaje limpio y el individuo sucio.

En Tras la huella no recuerdo que hayan votado, acusado ni expulsado a ningún policía, porque los Estudios Fílmicos del Ministerio del Interior promueven en extremo las conductas intachables, casi extintas al menos en mi realidad.

En el aquí y ahora un policía puede perfectamente registrarme en su hoja de turno como natural de Villa Clara y no de Jagüey Grande, aún con mi carné delante de sus ojos, por una simple cuestión de rutina, porque le sale a él de sus entrañas que yo sea villaclareña. Así, sin más explicación. De todos modos, está claro que yo no soy quién para cuestionar su trabajo.

Tras la huella viene a ser como el sustituto del célebre Día y Noche, así con las mismas diferencias entre la luz y el ocaso, la pantalla y la realidad, el sueño y lo posible. Tras la huella volverá a salir, otra vez, y yo seguiré anhelando un poli de esos que al parecer están de vacaciones por el aquí y ahora. Si aparece alguno, avísenme.