“…ciego sin lumbre en cárcel tenebrosa…”
Garcilaso de la Vega
Después de una treintena de mujeres que hurgaron en su sexo- rubias y trigueñas, gordinflonas y descarnadas, decentes y bien putas- se sigue sintiendo vacío. Hubiese sido mejor solo un cuerpo y estar acompañado al final de los días. El hambre, quizás se sentiría menos. Intentar saciar tanta hambre pasó facturas y solo terminó con más hambrunas. Pero después de ese catálogo de hembras en tu historial sexual sigues desierto, como el Sahara. Y lo sabes, aunque no lo admitas.
Incluso, después del mejor bolero se puede estar solo, sentirse infeliz. Y sin él también. Es la ley de lo absurdo. La felicidad es ambigua y absurda. La infelicidad mucho más. Era la Matanzas de 1944. Quizás un miércoles o domingo. Habría que sacar bien los cálculos. Era cualquier día de la semana de 1944, fechado con el último día de julio, eso sí. En pleno verano, bajo un techo caluroso de Pueblo Nuevo venía al mundo Armando Aguiar Free desde el mismísimo vientre inflado de Ana María Fre. Por aquel tiempo Armando tenía un nombre propio todavía y era persona.
Ahora es la “matanza” del 2016 y Armando hace rato no escucha su nombre. Es, digámoslo así, un pedazo de hombre intentando ser persona, que responde en las calles por Comprendo. Casi nadie sabe tu nombre. Tampoco tienen por qué saberlo.
***
Zafra del ´70. Alrededores del ingenio azucarero Ácana. Todavía no te habías ido a trotar mundos y a embriagarte con boleros. Vestías una camisa color verdeolivo, unos pantalones viejos de trabajo, unas botas rusas y un sombrero de guano. Eras un hombre de zafra, un contador- planificador que cooperaba con aquella dulce utopía. No tocabas aún la guitarra. Era cualquier día del año y no sospechabas que conocerías en una cafetería a Belkys Laguna, la única esposa que tuviste y la madre de tu único hijo, aunque después estamparas tu apellido en uno de sus otros 3 hijos. A los efectos legales eres padre de dos hombres hechos y derechos: Armando y Daniel. Ambos, bien lejos de ti.
-Aquella relación se acabó pronto. Belkys y yo nunca nos entendimos. Ella me agarró por la oreja, como quien dice, y me llevó a firmar un matrimonio. En ese momento todo estaba bien, pero después aquel amor duró lo que un merengue en la puerta de un colegio.
-Ahí vinieron seguro los problemas con tu hijo Armando, pienso y después le digo.
-Problemas, lo que se dicen problemas, no. Yo siempre traté de ir a verlo a Cidra donde él vivía con su madre, con algo en las manos, pa´ que los vecinos no hablaran después que si Armando esto, que si Armando lo otro. Yo la verdad, no sé qué hice mal. No sé si me equivoqué, creo yo que no. Tal vez sí, vaya usted a saber si algunos me consideran mal padre.
Miro a Comprendo por unos segundos y no lo veo a él, sino a un rostro huérfano. Pienso, fugazmente, en mi papá y sus facturas.
-Hace seis años mi hijo cogió una lancha y se fue a hacer una mejor vida en Miami. Él era médico en Limonar, pero allá en Estados Unidos, aunque sea limpiando pisos, sí que ganará buen dinero. Unas amistades de él me dijeron que ahora trabaja por las noches en una discoteca, quién sabe si de aquí a unos días me manda unos dólares. Una ayuda siempre es bienvenida, yo no le puedo exigir nada, él está haciendo su vida y quién sabe si más pa´ lante me pueda reclamar. Es mi único hijo de sangre, yo espero volver a verlo algún día, si es que no me muero antes, claro.
***
Después de la música fuiste otro hombre. Te descubriste tarde y empezaste a componer desenfrenadamente, aunque arriesgaras el tiempo. Después de la frustrada “danza azucarera”, apostaste todo por unos acordes. La Orquesta de Variedades cantó ese bolero tuyo, “Comprendo y no comprendo”, y tú mismo ni creías el éxito de aquel temazo en los salones y cabarets de Varadero. Todavía hoy ese bolero te da de comer. Lo llevas a una partitura, la vendes a cualquier extranjero de paso y te sientes bendecido por unos días, habrá unos céntimos convertibles en tu bolsillo.
-Yo no soy Leo Brouwer ni un gran compositor, pero tengo el privilegio de que algunos boleros míos fueran interpretados por agrupaciones del país. El trío Cubaney también musicalizó una pieza que escribí, “Dame, dame más de ti”, que incluso se conserva en las cintas de Radio 26. Mi música viaja por el mundo en esas partituras que yo vendo, cada cual encuentra su aliciente de forma diferente. La música es mi compañera fiel de la vida, esa sí que no me abandona. Componer es lo mejor que me ha sucedido en la vida.
-¿Y lo peor, qué es lo más duro que has vivido?-le pregunto.
-Perder una madre no tiene comparación. Es lo más triste que he sentido.
Hay un silencio que no me atrevo a asesinar. Comprendo lo hace por mí. Dice que hay tremendo calor, para ayudarme a seguir. Le digo que me toque algún bolero, agarra un tres casi sin cuerdas y entre aquella sinfonía vagabunda le tomo unas fotografías. Hacía calor y ya el sol se colaba por las hendiduras del techo.
***
-Si ves el techo te darás cuenta de que aquí dentro no se puede ni pasar una llovizna. Da igual afuera que adentro. Si es un aguacero de mayo ni te cuento, se mojan mis ropas, los sacos que tengo colgados en esos percheros, pero me hago la idea que se me limpia un poco el cuartico y así trato de no coger tanta lucha.
-¿Hace cuánto vives aquí?
-Ya van a ser casi 20 años que vivo en este usufructo gratuito, resultado de una permuta que hice por otra casa a puerta de calle. Pero tengo fe que el Estado me ayude con algo. Hace un tiempo atrás me dieron sábanas, jabón, una taza sanitaria para habilitar un baño, pero como ves no tengo ni una llave de agua para asearme. La gente en la calle me dice que me bañe, que huelo mal, pero imagínate, tengo que hacerlo cada tres o cuatro días en una llave que hay en el pasillo. En tiempo de frío duro más días limpiecito, pero ahora con estos calores…La verdad no me puedo quejar ahora porque antes tenía mucho menos.
Yo solo trato de no pensar. Y me sonrío hipócritamente, sin entender por qué no te puedes quejar. Y gritar y patalear y exigir una vida digna. No te conformes con pobreza, porque si no tendrás miseria como decía mi abuela.
-Hace 15 años me quitaron el metrocontador, un día no tuve los 5 pesos de la corriente del mes y vinieron a suspenderme el servicio eléctrico. La culpa fue mía porque tenía que priorizar ese dinero antes de los pesos de los cigarros o el café. Pero no te creas que con mi chequera de 192 pesos pueda inventar mucho. Yo dejo la puerta del cuartico entreabierta y me da la luz de enfrente, con eso me basta. En definitiva no tengo radio, ni hornilla para cocinar, ni calentador de agua, menos un televisor o refrigerador. Me he adaptado a vivir así, en medio de esta oscuridad y ya ni pienso en volver a pedir el servicio, pa´ qué…
Estamos en el cuarto 7505 de Manzaneda, entre Manzano y Daoiz. Hay una fetidez que es densa, roza con nuestras narices, pero es un olor común para Comprendo. Al lado de la puerta, la taza guarda unas heces blandas y éstas a su vez guardan unas heces viejas y secas. Cuando se llena hay que limpiarla de nuevo, porque se filtra por abajo, todavía no está instalada. Las moscas hacen de las suyas. Los ratones musitan bien bajo, como en una operación encubierta.
No hay muchos metros cuadrados en aquel nido de ratas. Hay estampitas frente al lavamanos, detrás de la puerta, si es que se puede llamar puerta; en los bolsillos de los sacos, hay una biblia en un rincón, cruces de caña santa colgadas en las paredes, unas ofrendas con mendrugos de pan para el Señor Jesucristo y siento mucha fe en algo. Una fe en Comprendo que no logro descifrar.
En una mesa, junto a un caldero mugriento, un libro que no le gustó a Comprendo. Le pregunto de qué trata y abro la primera página.
“Se llamaba Germán Gordon Arciniegas pero aquí en el barrio todo el mundo lo conocía por Popol. Popol para arriba y Popol para abajo, tanto, que hasta a uno, que lo conoció de toda la vida, a veces le costaba trabajo acordarse de que su verdadero nombre era Germán…”
-Esta historia se parece a la tuya, a este Germán lo conocen por otro nombre como a ti -le digo
-Sí, más o menos, llévate el libro si quieres, hace rato estaba por votarlo en el latón, no me gustó para nada.
***
Iba bajando Milanés y escucho entre el tumulto de la guagua que Comprendo murió. Dicen que lo encontraron muerto en su casucha, en el mismísimo pasillo de la calle Manzaneda, acurrucado en su cama, muerto de vejez o de hambre, nadie sabe. Me bajo en la parada más cercana a la funeraria de la calle Ríos con mucha torpeza y calculo mis gastos del día. Voy corriendo a comprarle una cajetilla de Titanes y unas mariposas para dejarle en su caja fúnebre. Cuando llego y pido las señas me dicen que no hay velorio, que “al pobre mendigo ese lo iban a enterrar en cualquier nicho estatal” o lo cremarían tal vez, ante la inexistencia de alguna bóveda.
Yo he ido muchas veces a su funeral, lo he soñado, es como una carga que llevo. Una carga que sé que no tengo que llevar, pero ahí va. Me despierto sudando. Es otro sueño de esos.
Ya es mediodía. Un día cualquiera de abril. Hay un sol que raja las piedras y siento un hambre que duele en mi estómago. Camino por el Parque de la Libertad y veo desde lejos a Comprendo, en su escalón de la biblioteca Géner y del Monte. Voy hacia él, lo saludo y veo que guarda su cuchara en una cajetilla vacía de cigarros Titanes, como si fuera una funda de espejuelos. La cuchara tiene restos secos de comida, pero hay que guardarla bien, llevarla encima por si cae algún bocado de comida. Me pregunta si tengo 5 pesos cubanos.
Vuelve a rogarme y le regalo los 5 pesos. Agarra el billete y lo guarda. Casi lo acaricia. Él sabe que faltan partituras por canjear con los turistas para garantizar el día, pero con 5 pesos en el bolsillo se alivian las tripas en el comedor asistencial La Yumurina durante par de días.
–Mira, si tienes tanta hambre vete al comedor de La Yumurina, habla con el administrador, que es buena gente y seguro te vende un almuerzo de los que quedaron por solo 5 pesos. Hay boniato salcochado, arroz, sopa de pollo, yogurt y café. Así alivias las tripas y cargas las pilas de nuevo, más barato no lo vas a encontrar mi amiga. Yo almorcé ya y ahora me tomé mis multivitaminas y una vitamina C de 500 gramos, con eso y algo que me caiga en el estómago más tarde tendré fuerzas pa´ hacerle algo a mi trigueña.
***
Si buscamos cómo ilustrar una vida de perros basta con la de Comprendo. Una existencia que se sobrelleva con altas dosis de enajenación, como si en ese estado de cosas el éxtasis fuera un antídoto, una vacuna que te vuelve inmune para no sentir, no padecer jamás. Y hasta cierto punto ya no se siente nada, ese es el precio de sentir demasiado. Te vuelves resistente a tanta indigencia y vives así, resistente, indigente. No hay locura ni delirio en tu mente, solo la soledad vagabunda que también provocan los boleros. Tú eres hombre de boleros, no de rap ni reggaetón. El hombre que desde la década del 70 se quejaba porque la vida no lo complacía.
Después de leer el texto amargo de Ernesto Agüero García tuve las señas para entender el desprecio de Comprendo por aquel libro. Al Popol de Vida Amarga le costó trabajo pasar la soga por la rama que escogiera de antemano y más dificultoso aún le resultó subir al taburete, después la falta de equilibrio provocada por la embriguez facilitó el resto. Le encontraron los niños que recorrían el solar en ése, el último domingo de las vacaciones.
A este espécimen también lo conocí yo…solo,siempre solo..o no. Su música le acompaña siempre…y sus recuerdos. Pero creo que mi tuti es la única que se ha interesado alguna vez..por, al menos, escribirle algo.Lindo Yari
Es cierto, solo Yaris se preocupó no solo por escribir sobre él, sino por ayudarlo cuando pudo, con 5 pesos, algo de ropa o un simplemente con un saludo y una sonrisa amigable al pasar por el lado de aquel hombre que para mucho no era más que una sombra en el portal de la biblioteca.
Descanse en paz, Comprendo